viernes, 29 de junio de 2012

Adolfo Albanesi relató encuentro con ex general, y testimonio de Jorge Bernstein

Adolfo Albanesi relató su encuentro con Sexton.
Los militares querían "facilitar el entierro"

NEUQUÉN (AN).- Los hijos de José Luis Albanesi, Adolfo Luis y Leonor María, relataron ayer detalles de la detención de su padre en la comisaría de Cipolletti el sábado 23 de abril de 1977 y particularmente las circunstancias en que los jefes militares les informaron sobre su muerte y entregaron su cadáver, ocho días después.

Luego de intentar sin éxito conocer dónde estaba su padre, de quien después supieron que a cuatro días de su detención había sido llevado a Neuquén, en la madrugada Adolfo fue citado al Comando donde los jefes de la Sexta Brigada, generales José Luis Sexton y Eduardo Contrera Santillán, le dijeron: "Tenemos la desgraciada noticia que su padre ha fallecido ayer a las 10 de la noche".

"Me ofrecieron whisky, que por supuesto no acepté. Mi mujer que me acompañaba rompió en llanto y además tenía a mis espaldas los guardias con ametralladoras en la mano", añadió.

Le dijeron que había muerto de un síncope cardíaco durante un careo con De Filippis, a quien como él acusaban de un incendio y varios otros intentos de quemar los galpones de la cooperativa "La Colmena", de la que la víctima era uno de sus fundadores y directivos.

"Sexton me ofreció algo irrisorio pero que es patético: un piquete de honor para el velatorio de mi padre, con seis soldados. Me negué y me preguntaron qué podían hacer para facilitar el entierro", comentó para resaltar su repudio a la actitud de los jefes militares.

Ante la pregunta Adolfo dijo que Sexton le dijo que "no conocían a mi padre", y lo interpretó como una disculpa, que de haberlo conocido no le hubieran hecho lo que le hicieron.

Respecto de los motivos por los que lo habían detenido dijo que nunca se los dieron y que su padre no tenía actividad política, sí compromisos sociales, dado que "era un cooperativista de alma".

Burda simulación Jorge Bernstein permaneció desaparecido diez días en 1977 cuando visitaba a una compañera de trabajo, Clorinda Barreto, en Roca.

Ayer declaró desde Buenos Aires por videoteleconferencia y explicó que en esos días permaneció de pie, atado y engrillado a la pared, con esposas y capucha por un grupo de militares que "se hacían teatro, como que eran miembros de una organización terrorista y nos buscaban porque los habíamos traicionado".

Bernstein aseguró que era burda la "simulación", al tiempo que describió que en los interrogatorios "descabellados", le propinaron golpes y simulacros de fusilamiento. Dijo que luego supo que Clorinda Barreto, a quien acompañaba en su casa el día del secuestro, figuraba en la agenda de María Angélica Ferrari -desaparecida en Ingeniero White-, porque era sobrina del jefe de personal de la planta en la que ambos trabajaban.

Bernstein fue liberado a los 10 días en la ruta, a la altura de Allen, y se fue a Roca, donde vivía en un hotel. "Había estado un mes en el hotel, y cuando volví no me reconocieron", dijo.

De Filippis: Tenía 16 años cuando lo secuestraron.

El testigo es gomero. En su adolescencia estuvo detenido en el centro clandestino, y cuando hizo la conscripción debió volver.

NEUQUÉN (AN).- "Se murió tu amigo", le dijeron los torturadores a Carlos Elí De Filippis mientras permanecía esposado y vendado en el centro clandestino que funcionó en el Batallón 181 de Neuquén en 1977.

De Filippis sólo tenía 16 años cuando conoció los golpes y la picana en "La Escuelita". Dos años después, cuando hizo el servicio militar, volvió al mismo lugar (a la casita blanca del Batallón que había sido utilizada como centro clandestino) pero para hacer guardias. " A De Filippis le gusta la guardia ahí; en el puesto La Bruja", recordó en el juicio que le decían.

De Filippis es gomero. Cuando tenía 16 vivía en Cipolletti y trabajaba en la Cooperativa La Colmena. A fines de agosto una comisión policial liderada por Miguel Ángel Quiñones lo detuvo, lo llevó a la comisaría de Cipolletti y luego fue trasladado encapuchado hasta el centro clandestino "La Escuelita".

A los pocos días, allí escuchó los gritos de su patrón, José Luis Albanesi, "a quien maltrataban muchísimo" describió. De Filippis escuetamente fue confirmando las declaraciones que ya había hecho en 1986, ante el juez Rodolfo Rivarola, incluso el momento en que "me hicieron sacar una capucha y ver" cómo un perro policía le mordía los testículos a su patrón.

"Me ponían picana, tres o cuatro personas, hablaban entre ellos en el galpón de chapa, donde me llevaban caminado", dijo el gomero quien aseguró que durante más de un mes "todos los días era así, me trataban de subversivo, me hacían que me iban a disparar, a veces me sabía quedar solo y ahí mermaba la paliza", describió. Insistió en que se enteró de la muerte de Albanesi en el centro clandestino porque "ellos me lo dijeron: falleció tu amigo".

Según declaró como testigo el médico Enrique Coronel, en 1977 la cooperativa familiar "La Colmena" sufrió incendios y como la policía no daba con el origen de los siniestros, la familia le pidió al Comando que investigara si no estaban siendo saboteados. La versión castrense fue que Albanesi le habría pagado a De Filippis para que produjera los incendios.

"Un año después escuché por los medios que ni Albanesi ni el chico tenían que ver" en los incendios, recordó el médico. Coronel era amigo de la familia Albanesi y los hijos le solicitaron que fuera a recibir el cuerpo a Neuquén cuando desde el Comando le informaron que había muerto por un infarto, y fue así que llegó hasta el Castro Rendón donde vio los restos de Albanesi vestido, en el piso de una habitación, con un conscripto médico de guardia que, con mucho miedo le dijo "yo no sé nada, sólo tengo que entregar el cuerpo".

Antes, cuando iba a averiguar dónde estaba el cuerpo del padre de su amigo, Coronel se encontró con Hilarión de la Pas Sosa -médico militar acusado en este juicio- y el teniente coronel Osvaldo Laurella Crippa -interventor militar de la policía de la provincia- en las inmediaciones del Comando, y fue el mismo Sosa el que le informó que "lo iban a entregar en el hospital".

De Filippis estuvo por más de un mes en el centro clandestino, luego quedó detenido en la U9 y en diciembre fue liberado.

jueves, 28 de junio de 2012

Búsqueda incansable

 NEUQUÉN (AN).- Teresa Navarro no descansó en los seis meses que su hijo, de 16 años, permaneció desaparecido luego de ser secuestrado en Cipolletti. Aunque se lo negaron, le llevó los medicamentos para la epilepsia, tanto a la comisaría, como al batallón, o al Comando. "Me las recibían, pero no se las daban", dijo.

La madre de Carlos Elí De Filippi declaró ayer por primera vez ante la Justicia. "Estuvo seis meses desaparecido, lo busqué por cielo, tierra y mar, todos los días lo estuve buscando. Estaba ahí, de pies y manos atadas, y nadie me dijo nada", describió. "Me lo destrozaron para toda la vida", continuó su relato Navarro quien destacó que su hijo aún tiene marcas en la espalda, pies y manos como consecuencia de los tormentos.

El caso se ventilará con detalle en la audiencia del viernes junto con el del productor José Luis Albanesi, quien falleció de un ataque cardíaco durante una sesión de torturas.

Navarro dijo que en la búsqueda de su hijo consultó al teniente coronel Enrique Díaz Quiroga (quien sucedió a Farías Barrera en 1977 en al jefatura de Personal del Comando), también en la comisaría de Cipolletti donde la atendió Miguel Ángel Quiñones y le dijo que se lo habían llevado a Neuquén pero no sabía dónde. De Filippis fue secuestrado del galpón y la chacra donde trabajaba con su padre.

Testimonio de Radonich: "Sin el terror no podían imponer su plan"

Radonich: "Sin el terror no podían imponer su plan"

Fue secuestrado en dos oportunidades y sufrió torturas.

También declaró su hermana y un exsoldado.

NEUQUÉN (AN).- "Si no era por la vía del terror no hubieran podido imponer su plan. La sociedad no iba a aceptar la instalación de las estructuras sociales y económicas más regresivas e injustas". Raúl Radonich relató ayer los dos secuestros de los que fue víctima en 1977, uno de ellos con un traumático paso por el centro de detención del Batallón 181 donde sufrió torturas físicas y psicológicas aberrantes.

Dijo que más allá de las circunstancias puntuales -hizo un crudo relato de su experiencia- el terrorismo de estado fue la condición sine qua non para cambiar un estado de cosas que mostraba al país como uno de los más avanzados de Latinoamérica.

"A partir de ahí se puede entender la brutal transferencia de ingresos. En el 77 la distribución de la riqueza en los asalariados era del 47%, en 83 era del 20%; la deuda externa que era de 7.875 millones de dólares, pasó a 43.500 millones de dólares; y el nivel de pobreza que en el 76 era del 2,7% pasó al 25%", ilustró Radonich, ex diputado provincial y actual jefe de la Unidad de Atención Integral y Oficinas de Anses.

Le planteó a los jueces la necesidad de una sentencia justa, porque "está mi hijo adolescente en la sala y para que sus hijos, los hijos de todos no tengan que presenciar estas audiencias y que sean irrepetibles, en el futuro cercano y lejano".

La primera vez lo secuestraron de su lugar de trabajo, el 13 de enero de 1977 y luego de sufrir todo tipo de torturas en los interrogatorios, en "La Escuelita", fue liberado en Senillosa. Le preguntaban por su supuesta pertenencia a la organización guerrillera Montoneros.

Cuando tras ser liberado fue a ver junto a su padre al imputado Oscar Reinhold al Comando, éste le sugirió que no dijera lo que le había pasado y que así como su familia había denunciado su desaparición a la prensa, que fuera también a decir que lo habían liberado, que no hablara de su detención ilegal ni de las torturas y que de su ausencia dijera que "se había ido con una amiguita a Las Grutas". La segunda detención fue del 4 de abril al 9 de junio, y todo el tiempo estuvo detenido en la U9. Nunca lo interrogaron.

Antes de sus secuestros, Radonich hizo el servicio militar en Batallón 181 y recordó ayer la noche que se fugó Hugo Inostroza Arroyo quien, precisamente abrirá la audiencia de hoy, vía teleconferencia desde España.

También declararon Marta Radonich, hermana de Raúl, quien sufrió la persecución como el resto de la familia, y el ex soldado Manuel Benedicto Vera Urrutia, quien participó de la instalación de la línea telefónica entre el centro clandestino y la guardia.

jueves, 21 de junio de 2012

La negación del genocidio no es sólo negar el plan de exterminio

Desde el Ceprodh cuestionaron la decisión del Tribunal Oral Federal de dar lugar al pedido de la APDH de investigar por ese delito a tres ex jefes militares por la desaparición de seis personas.
"El momento procesal oportuno en que el tribunal tendrá que resolver el planteo de la APDH será con la sentencia", dijo la abogada Natalia Hormazabal.

“No es la calificación legal que corresponde”, aseguró la abogada Natalia Hormazabal del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh) en relación a la decisión tomada el jueves por el Tribunal Oral Federal de Neuquén de remitir los casos de seis víctimas que permanecen desaparecidas a la Fiscalía de Primera Instancia para iniciar su investigación por el delito de homicidio.

El Tribunal hizo lugar al pedido presentado por la abogada de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), María Monserrat Suárez Amieva, de juzgar por homicidio a los ex jefes militares Oscar Reinhold, Luis Alberto Farías Barrera y Mario Gómez Arena como responsables de las muertes de José Delineo Méndez, Miguel Ángel Pincheira, Orlando Cancio, Javier Seminario, Celestino Aigo y José Francisco Pichulman.

La abogada querellante del Ceprodh aclaró que ”no hay ninguna resolución, ni sentencia que establezca que concretamente lo que ocurrió con estos seis compañeros fue un homicidio”. Precisó que “el momento procesal oportuno en que el tribunal tendrá que resolver el planteo que realiza la APDH será con la sentencia”.

Según Hormazabal, homicidio “no es la calificación legal que corresponde” sino que “la correcta es que se juzgue a todos estos genocidas por lo que son, esto es que se reconozca que en la Argentina hubo un genocidio y que se los condene por genocidio. No se trata de una simple enumeración de delitos aislados lo que le ocurrió a nuestros compañeros y compañeras, sino que fueron todos parte de un plan sistemático en el cual actuaron todas las fuerzas represivas de la región, brindando un aporte necesario y fundamental cada uno de ellos”.

En este sentido, la abogada destacó que en “este plan sistemático era tan importante el aporte del que trasladaba a los detenidos como aquel que los interrogaba, el que los secuestraba o quienes los hicieron desaparecer”.

Mencionó que “no es la voluntad de los familiares de los desaparecidos que se los investigue por el delito de homicidio”. Puso como ejemplo la declaración en este juicio de Feliciana Alcapán, madre de José Francisco y Juan Raúl Pichulmán, quien expresó “no quiero que me digan que mis hijos están muertos porque con vida se los llevaron y con vida los quiero de vuelta”.
Sin explicaciones lógicas ni la APDH ni la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, querellante en la causa, respaldan el pedido por genocidio (¡¿?!)

: "El torturador deshumaniza a la víctima"

Pedro Justo Rodríguez: "El torturador deshumaniza a la víctima"
Sufrió todo tipo de tormentos en comisarías de Río Negro y Neuquén, en la Policía Federal, La Escuelita y en la U6 de Rawson. Se exilió en Londres, donde comenzó a brindar ayuda psicológica a víctimas de torturas.
 
Antes de su secuestro, el 30 de marzo de 1976, era secretario de Gobierno de la Municipalidad de Cinco Saltos.
Neuquén- En los primeros días de abril de 1979, Pedro Justo Rodríguez llegó a Inglaterra luego de haber pasado por la dolorosa experiencia de la tortura y todo tipo de tormentos. Atrás –si es que esas vivencias pueden dejarse en el pasado– habían quedado el amenazante y violento interrogatorio que el oficial del Departamento de Inteligencia Miguel Ángel Quiñones (imputado en este segundo tramo del juicio) le hizo en la Comisaría Cuarta de Cipolletti; su detención en la U9 de Neuquén, donde reconoció a los jóvenes del barrio Sapere –algunos de ellos hoy desaparecidos–; los cables de la picana eléctrica que le pusieron entre la venda de los ojos durante su cautiverio en el centro clandestino de detención La Escuelita hasta caer desvanecido; la cárcel de Rawson, donde "el oficial Carrizo nos pegaba por placer" y a la que describió como "muy dura, de grandes provocaciones"; aquella tenebrosa celda de la Policía Federal de Neuquén donde lo interrogó el ex agente de Inteligencia Raúl Guglielminetti y reconoció al jefe de la delegación Jorge Alberto Soza, quien un tiempo atrás lo recibió en la Municipalidad de Cinco Saltos, donde se desempeñaba como secretario de Gobierno de la intendencia de Justino González para pedir un terreno en Lago Pellegrini.

Unos días después del golpe de Estado, precisamente el 30 de marzo de 1976, Rodríguez fue sacado delante de su esposa y sus dos hijos pequeños de su casa en Cinco Saltos por una patrulla militar junto con la Policía de Río Negro.

Rodríguez arribó a Londres a raíz de las gestiones realizadas por su esposa, quien se había comunicado con amigos ingleses que pertenecían a Amnistía Internacional, hasta que en 1979 el Poder Ejecutivo autorizó su salida y allí comenzó su exilio en Gran Bretaña.

Una vez instalado en Londres, Rodríguez ingresó a un programa de protección para la recuperación de víctimas de torturas, financiado por Sting, cantante de The Police. El mismo que iba a verlo a Orlando "Nano" Balbo –quien quedó con una sordera a raíz de las torturas- y le cantaba canciones al oído como parte de la terapia para que comenzara a reconocer los tonos de la voz humana.

Un tiempo después, este hombre de 70 años nacido en Mendoza, decidió transitar la lucha a favor de los derechos humanos. Se especializó en Psicología Clínica y posteriormente abrió una organización que atendiera psicológicamente a las víctimas de torturas, la Fundación Médica para el Cuidado de las Víctimas de la Tortura.

En su declaración del viernes ante el Tribunal Oral Federal de Neuquén que juzga a 23 represores por violaciones a los derechos humanos que actuaron en la región durante la última dictadura militar, Rodríguez aseguró que cuando recibía la picana “el que la estaba recibiendo no era yo sino otro”, porque “es algo inesperado, uno piensa 'este no soy yo, esto no me pasa a mí'”.

“El torturador deshumaniza a la víctima, esa es la acción de la persona que tortura. La tortura traumatiza a toda una nación, destruye el tejido social de una comunidad”, subrayó. En su testimonio describió a quienes lo torturaron en La Escuelita como "profesionales". "Era gente que entre tortura y tortura se tomaban su recreo, tomaban el té, hablaban de pesca y después seguían con la picana", describió.

Sostuvo que en la situación de tortura existe algo “muy profundo para el ser humano” vinculado con la soledad. “En la tortura uno se siente en una soledad inmensa porque uno está solo con sus torturadores, y a la merced de cualquier cosa que pueden hacer”, explicó.
FuentedeOrigen:http://www.lmneuquen.com.ar -
Por PABLO MONTANARO
Fuente:Agndh
Publicado por Colectivo Ex P. Pol. Sobrev. Rosario en 09:57 0 comentarios
Etiquetas: Juicio Escuelita II-Neuquén

viernes, 15 de junio de 2012

Continúan los testimonios

Ayuda a otras víctimas a volver de la tortura
Pedro Justo Rodríguez la padeció en 1976.  Integra una fundación en Gran Bretaña.

"El duelo de la tortura se elabora; (esto ocurre) cuando se toma conciencia de que la personalidad ha sido invadida o violada por algo inesperado", dijo ayer Pedro Justo Rodríguez, quien vino desde Gran Bretaña -su lugar de exilio- para atestiguar en el juicio por delitos de lesa humanidad, por su secuestro y tormentos en 1976.

En Gran Bretaña, Rodríguez integra una fundación dedicada a la atención médica de las víctimas de la tortura, "no para patologizarlo" -aclaró- sino para dar un acompañamiento que le sirva a la víctima para continuar con su vida, debido a una fuerte sensación psíquica "de estar separado de la realidad".

Rodríguez era secretario de Gobierno de Cinco Saltos cuando fue sacado de su casa una semana después del golpe militar.

Fue llevado a la comisaría de Cinco Saltos, desde allí a la unidad policial de Cipolletti, trasladado a la Unidad 9 como preso político, interrogado a los golpes en la delegación neuquina de la Policía Federal, trasladado a Rawson, vuelto a traer a la U9 de Neuquén para ser torturado en el centro clandestino que funcionó en el Batallón neuquino, y finalmente devuelto a Rawson desde donde logró salir hacia el exilio en abril del año siguiente por una intensa campaña de Amnesty Internacional.

Su testimonio abrió las jornadas del juicio ayer, que fueron presenciadas por los comisarios rionegrinos Alberto Camarelli, Desiderio Penchulef, Miguel Ángel Quiñones y el teniente coronel que intervino la policía neuquina en 1976, Osvaldo Laurella Crippa.

Rodríguez describió que el primer interrogatorio fue "humillante", aunque sin golpes, en la comisaría de Cipolletti, de manos de Miguel Ángel Quiñones.

Luego fue interrogado en la delegación neuquina de la policía Federal, donde el subcomisario Soza le recomendó, que "hablara" o le iban a poner la picana en el yeso que tenía en el brazo.

Allí un hombre de "impecable blazer azul" y Raúl Guglielminetti le hacían preguntas entre trompadas.

Describió las torturas padecidas en "La Escuelita" de Neuquén, dirigidas por un interrogador que se hacía llamar "Pedro".

Con aplicación de picana eléctrica "insistían en colectar información que no tenía importancia", dijo Rodríguez.

Sostuvo en el mismo sentido que en una de las sesiones en las que "estaba muy confundido" y con su cuerpo "cansado de la tortura", llamaron a un "tordo" para que verificara si estaba simulando el desmayo, ya que no hablaba, como abatido.

Recordó haber compartido la celda con Javier Seminario durante la estadía en la Unidad 9, junto con Carlos Kristensen.

Durante los tormentos en "La Escuelita", recordó haber compartido el cautiverio allí con Francisco Ledesma, Isidro López, José Luis Cáceres y unas mujeres de Entre Ríos.

Sostuvo que en varios tramos de su secuestro ilegal hubo otros golpes "pero no buscaban información, pegaban por placer".

Puso como ejemplo la paliza sufrida por los presos políticos que fueron trasladados en avión, vendados y esposados, hasta el penal de Rawson, donde con saña hubo golpes para "un sobrino de exgobernador Requeijo y para Luis Almarza, sólo porque era gordo".
 
"Él me daba ánimos"
Graciela Inés López, detenida desaparecida en "La Escuelita" de Neuquén en noviembre de 1976, respaldó ayer el testimonio de Pedro Justo Rodríguez y aseguró haber estado en el mismo lugar de torturas.

"Era un muchacho de San Juan, escuchaba los padecimientos que sufría cuando volvía de la tortura", dijo López, en tanto agregó que "al estar atada y vendada, percibía sensaciones, y él me daba ánimos", dijo.

La testigo declaró por videoteleconferencia y no conoce a Pedro Justo Rodríguez -que es mendocino-, pero el episodio fue coincidente y recordado por ambos. Rodríguez dijo haber recibido una brutal paliza por haber dado aliento a unas mujeres de Entre Ríos a los que se les atribuía el asesinato de un militar en Paraná, Cáceres Monié.

Otro duro testimonio
 "Trato de olvidar porque quiero vivir", dijo ayer Juan Isidro López, hoy de 81 años y soportando las secuelas de las torturas a que fue sometido en "La Escuelita" de esta ciudad y el largo encierro en las cárceles federales, la local U9 y la U6 de Rawson.

López era dirigente del sindicato de Luz y Fuerza de Río Negro y Neuquén y vive en Cipolletti, en el mismo lugar de donde lo secuestraron junto a su esposa, ya fallecida, efectivos de la policía de Río Negro.

"Los problema en el ojo son porque me metían los cables -de la picana-, y creo que ya no lo voy a solucionar, pero los urinarios sí, porque me está tratando un urólogo", relató respecto de las huellas físicas que le dejó el castigo recibido.

Acusó de la muerte de su esposa a los secuestradores, porque dijo que nunca se pudo recuperar de las golpizas que recibió. "Ella me contó que le 'habían dado muy fuerte' porque creían que yo era montonero".

Señaló que nunca le dijeron por qué lo tuvieron detenido y reivindicó su condición de gremialista y militante peronista.

"He venido a declarar, a mis 81 años, porque quiero colaborar con la justicia, para que sepa la verdad y haya castigo", indicó.

También declaró su hija Juana Esther, quien al momento del secuestro de sus padres tenía 14 años y relató -se quebró por la emoción- el calvario propio y el de sus padres durante y después de sus secuestros.

jueves, 14 de junio de 2012

Un ataque a la militancia barrial

Javier Seminario, Orlando Cancio, José Francisco Pichulmán y Celestino Aigo eran militantes barriales y trabajaban en el barrio Sapere por la construcción de viviendas.
Un operativo a cargo de la Policía provincial y el Ejército en 1975 marcó la vida de los cuatro. Aún están desaparecidos.

Por PABLO MONTANARO
Ese grupo de vecinos que a comienzos de los años 70 tuvo el sueño de construir casas, contar con servicios y una salita sanitaria, entre otras necesidades básicas, para llevar una vida digna en el barrio Sapere, jamás se imaginó que tiempo después serían víctimas de una feroz represión -que incluyó allanamientos, secuestros, torturas y desapariciones de personas- llevada adelante por fuerzas policiales y del Ejército antes del 24 de marzo de 1976 y una vez producido el golpe de Estado.

Corría el año 1972; cerca de 80 vecinos, tras luchar para que se le adjudicaran las tierras, pudieron construir sus viviendas en ese barrio, ubicado a la derecha del puente que une las ciudades de Cipolletti y Neuquén, pero “el gobierno de Felipe Sapag no los quería allí porque estaba proyectada la construcción de un casino y chalets residenciales”, explicó Lucía Jara de Cantero, quien el miércoles pasado declaró en el juicio oral y público que se realiza en Neuquén contra 23 represores acusados de delitos de lesa humanidad ocurridos en la región durante la última dictadura militar. Cantero integraba la comisión elegida por los vecinos para negociar con el gobierno provincial.

Esta mujer de 86 años, suegra de Javier Seminario, secuestrado de su domicilio en agosto de 1975 y que aún está desaparecido, contó que “fue una historia de lucha protagonizada por todos los vecinos; éramos todos iguales, con la misma necesidad. Y en esa lucha tuvimos el apoyo de los más jóvenes, algunos estudiantes y otros con alguna militancia política pero todos teníamos un mismo ideal”. El gobierno cedió al pedido de los vecinos que consistía en la construcción de planes de viviendas.

“La respuesta de los vecinos reunidos en asamblea fue desobedecer la imposición del municipio argumentando que ellos tenían organizada su vida laboral y familiar y que si le molestaba al gobierno las casas precarias que les construyeran planes de vivienda pero en ese lugar porque de allí no se moverían”, explicó Nelly Curimán.

En ese contexto, de organización y solidaridad, algunos vecinos estaban comprometidos con la transformación de la realidad social. Había partidarios del MPN, opositores y adherentes al Partido Revolucionario de los Trabajadores. Fue así que en agosto de 1975 organizaron un acto en homenaje a los dieciséis detenidos y luego fusilados en la Base Naval Almirante Zar de Trelew, quienes horas antes se habían fugado del penal de Rawson, hecho conocido como La Masacre de Trelew. Mientras se disponían a organizarlo, el 20 de agosto la Policía provincial y fuerzas del Ejército rodearon el barrio y realizaron una serie de allanamientos resultando once personas detenidas, entre ellas, Lucía Cantero, Nelly Curimán, Juan Raúl Pichulmán, José Francisco Pichulmán, Orlando Cancio y Javier Seminario. Fueron llevados a la Alcaidía y a comisarías. Algunos vecinos fueron detenidos por el solo hecho de mirar.

“Allanaron el barrio porque hubo una supuesta denuncia de que el acto del 22 que estábamos organizando venía muy pesado, pero en realidad fue la excusa que usó la Policía provincial y la Federal para meterse y descabezar ese movimiento barrial que habíamos logrado. Fue un operativo conjunto de la Policía provincial y Federal en pleno reinado de la Triple A”, relató Nelly Curimán, quien resultó detenida cuando tenía 8 meses de embarazo. Su hija Natalia nació en prisión.

“Ese fue un día (20 de agosto de 1975) de muchos allanamientos en Sapere, ninguna casa quedó libre”, afirmó Amalia Cancio, hermana de Orlando.

Desde aquella noche de 1975, Cancio y Seminario jamás recuperaron la libertad; otros fueron liberados porque “no había méritos” para la detención; algunos estuvieron detenidos en la Comisaría Primera y también en la Alcaidía como el caso de Curimán, y saldrían una vez producido el golpe de Estado de 1976.

En su declaración del jueves ante el Tribunal Oral Federal, Curimán afirmó que Alejandro Rojas fue el comisario que encabezó el operativo de detención.

Precisamente Curimán, que en su declaración reconoció ser “adherente” al PRT, señaló que Rojas -a quien se lo conocía como “el terror de la militancia”- integraba la brigada de informaciones y “tenía mucho poder para hacer inteligencia a la militancia neuquina”.

El mismo día en que fueron detenidos Pichulmán y Cancio, en su domicilio del barrio Villa Florencia fue apresado Celestino Aigo, nacido en Aluminé en 1953. En su declaración del jueves pasado, sus hermanas, Teresa y Elsa, quienes estaban en la casa de la calle Lanín al 1300 el día en que “militares encapuchados” entraron a la fuerza, aseguraron que Celestino “estaba con los chicos de Sapere” con la intención “de ayudar a la gente que menos tenía”. Nunca se pudo establecer cuál fue su destino luego del secuestro. “Cuando estos militares le preguntaron el nombre a mi hermano, él les respondió, y le dijeron: ‘Ah, vos sos el famoso Chino’. Luego se sintió un golpe y nunca más lo volví a ver”, contó Teresa Aigo. “Una vez que los secuestrados se fueron con mi hermano, nos asomamos y por la esquina se iba a toda velocidad un auto grande y blanco”, agregó.

Para una madre no se acaban las esperanzas
José Francisco Pichulman está desaparecido desde el 12 de agosto de 1976. Poco se supo de él en los centros clandestinos de detención, ya que sólo una víctima declaró haberlo escuchado en La Escuelita de Neuquén. Su mamá aún espera que regrese con vida. Con 84 años, Feliciana Alcapan les agradeció a los jueces del Tribunal Oral Federal por “devolverle la esperanza” por su hijo. Serena, con una paz que quizás sólo se logra después de muchos años de andar, la mujer aseguró que no cree que su hijo esté muerto. “Me lo llevaron con vida y con vida tiene que volver”, afirmó.

Luego de los tres primeros meses de juicio, la declaración de Alcapan fue la primera que reclamó que sus seres queridos –su hijo Juan Raúl desapareció un año después- regresen, casi sin tener en cuenta el destino más común que tuvieron los desaparecidos en la última dictadura militar: la muerte.

Fue su hermano Victorino Segundo Pichulman quien brindó más detalles sobre la noche en que se llevaron a José Francisco, durante su declaración el viernes pasado. Victorino explicó que a la 1 de la madrugada del 12 de agosto de 1976 fue cuando se llevaron a su hermano. Recordó que fueron ocho las personas que irrumpieron en su domicilio, y precisó que dos de ellas estaban de civil y las otras seis con ropa de militares.

Dijo que al mando iba un hombre armado, y que llevaba una capucha que dejaba ver sus ojos azules y sus bigotes.

Victorino relató que logró subir las escalares hasta el techo de su vivienda desde donde pudo ver que eran dos autos blancos sin patentes los que se llevaron a su hermano.

A esta familia, como a la mayoría, fue el imputado Luis Farias Barerra quien los recibía en el Comando para no darles información sobre el paradero José Francisco.

“Para mi familia fue algo muy triste la desaparición de mis dos hermanos. Creo que a cualquier madre o padre le cuesta mucho superarlo. Quedamos por mucho tiempo con una sensación de sobresalto, de miedo”, describió Victorino durante su declaración.
FuentedeOrigen: http://www.lmneuquen.com.ar
Fuente:Agndh

Publicado por Colectivo Ex P. Pol. Sobrev. Rosario

Detallado testimonio de las torturas en Cutral Có

Tomasevich dio un detallado testimonio. 

Picana eléctrica en Cutral Co

 Francisco Tomasevich vino desde Suecia, donde reside desde que se fue al exilio, y contó, justo en el día que se cumplieron 30 años de que fue secuestrado de su casa en Plaza Huincul, que nunca supo por qué fue sometido privado de la libertad y torturado.

Es una de las víctimas del denominado Operativo Cutral Co y destacó que en la comisaría cutralquense le pusieron cables en la cara y le aplicaron la picana eléctrica.

"Sólo ahí, a pocas horas de ser detenido, me dijeron creo que para intimidarme, si yo pensaba hacer volar la destilería. Como había sido delegado, interpreté que esa pudo ser el motivo de mi secuestro", señaló.

Dijoque estuvo en la U-9 y en la U-6 y remarcó que los peores castigos los recibió en el penal de Rawson. "Los oficiales eran unos bestias y sufrí castigos durísimos, durante varios días", señaló.

El periodista Carlos Galván hizo un detallado relato del secuestro de Rubén Ríos, Luis Genga y las hermanas Bottinelli y se explayó sobre otros secuestros y desaparecidos de la zona. Entre otros los casos de Darío Altomaro, Alicia Pifarré y del grupo de teatro Génesis.

Amplió su declaración ayer el imputado Jorge Molina Ezcurra

"Uno se encargaba de violarlas y golpearlas"

"La tortura era todos los días... terrible", dijo Liberatore (a la izquierda de la foto).
"Uno se encargaba de violarlas y golpearlas"

Liberatore identificó a policías de la comisaría de Cipolletti. Se investigará por homicidio los casos de seis desaparecidos.

Roberto Liberatore, de Cinco Saltos, y Silvia Bottinelli, de Cipolletti (ver aparte) describieron ayer la brutalidad de las torturas en el centro clandestino que funcionaba en los fondos del Batallón en 1976. "Había dos chicas y uno (de los captores) se encargaba de violarlas y golpearlas", describió Liberatore. La audiencia fue presenciada por los imputados -comisarios rionegrinos- Alberto Camarelli y Desiderio Penchulef, ambos nombrados por los testigos en la jornada).

En tanto, los jueces resolvieron favorablemente el pedido de la secretaría de Asamblea por los Derechos Humanos de imputarle a Mario Gómez Arena, Oscar Reinhold y Luis Farías Barrera el delito de homicidio de los desaparecidos Miguel Pincheira, José Méndez, Orlando Cancio, Javier Seminario Ramos, José Pichulmán y Celestino Aigo y remitieron los antecedentes a la fiscalía de primera instancia para su investigación.

Denegaron, por otro lado, suministrar la lista de los magistrados que tramitaron los pedidos de habeas corpus presentados por los familiares de las víctimas y el listado de esos planteos.

Liberatore era integrante de la junta interna de Indupa en 1976 y había sido expulsado luego de reclamos laborales. Lo llevaron a la comisaría de Cipolletti, donde dijo "vi a Camarelli entrar y salir de las oficinas, estaba de civil". Destacó que "las primeras piñas las recibí en la cabeza" y también individualizó entre los policías a Miguel Quiñones.

De ahí lo llevaron a "La Escuelita", vendado y esposado. "Allí me golpeaban y me tiraban al piso mientras todos se reían. Por la mañana me molían a golpes y por la tarde, venía la picana. En la noche me impedían dormir con descargas eléctricas continuas en la cabeza, que me trabaron la mandíbula. Así era todos los días". Añadió que "me pateaban en los testículos cada vez que pedía ir al baño. Al lado mío había dos mujeres y uno se encargaba de violarlas y de golpearlas".

Consultado porqué no lo había declarado antes dijo que ya había hablado de las dos mujeres "y era obvio lo que pasaba al lado mío".

Aseguró que aún tenia marcas en la espalda, de una vez que fue colgado del techo, en los tobillos y durante mucho tiempo las tuvo en las manos "porque las esposas habían llegado al hueso. No podía ver, tenía infecciones y cortes en todo el cuerpo; me habían reventado los dedos de los pies una vez que me intenté levantar, cuando uno me decía que iba a lastimar a mi familia", dijo.

Los Valles
Lesiones en el cuerpo y el cerebro

Silvia Bottinelli era la pareja de Luis Genga -quien declaró el miércoles- cuando lo secuestraron junto a éste, su hermana María Cristina y Jorge Villafañe, de una cena que compartían en su casa en Cipolletti los primeros días de septiembre.

Su hermana falleció en 2009, exiliada, "a la espera de este juicio. Cuando volví a verla -después de haber sido torturadas en La Escuelita´ tenía tres lesiones cerebrales, y no se terminó nunca de componer. La parálisis facial se fue arreglando con tratamiento, pero le quedó una mueca en su boca. En el 2000, por orden médica, no podía volar en avión porque la altura le iba a afectar las lesiones cerebrales que padecía", describió Silvia.

Cuando volvió a ver a Genga -que fue liberado dos días después que ella- dijo que "no podía levantar los brazos, tenía escaras en la piel, la nariz despellejada, estaba muy golpeado",

Relató que cuanto fue dejada en libertad fue a la comisaría de Cipolletti a retirar el hábeas corpus que sus padres habían presentado entre las gestiones de búsqueda. "Nos recibió Camarelli, quien nos dijo que para otra vez no se vayan sin avisarles a sus padres, que han venido de viaje", como una cruel ironía del comisario.

Ragni: "Homicidio no"

Los Valles

NEUQUÉN (AN).- El matrimonio de Inés y Oscar Ragni fustigó duramente la pretensión de la querella de la Apdh de que se condene por homicidio a los responsables de las desapariciones forzadas en el juicio por los delitos ocurridos durante la dictadura en el Alto Valle. Exigieron a los jueces que no den por muertos a los desaparecidos.

En una carta abierta al Tribunal Oral Federal que fue leída durante la audiencia por la querella del Ceprodh, los Ragni, en su condición de querellantes exigieron que "sea mantenida la condición de desaparecido para todas las víctimas del terrorismo de Estado cuya situación aún no fue debidamente aclarada; hasta saber definitivamente -y con pruebas irrefutables- cuál fue el itinerario, y quién lo determinó en cada paso, de todos los compañeros /as por los que aún no hay respuestas".

En duros conceptos, consideraron el planteo de homicidio como "una nueva embestida de intento de olvido o punto final". Fue la Apdh la que pidió a los jueces que se condene por homicidio a los jefes militares, Oscar Lorenzo Reinhold, Mario Gómez Arenas y Luis Farías Barrera, con el argumento de que los seis desaparecidos en este tramo del juicio fueron asesinados tras el secuestro y la tortura.

Hasta ahora la acusación contra los imputados es de privación ilegal de la libertad agravada y tormentos agravados.

"No debe desaparecer la palabra desaparición, si está muerto, no lo puedo decir, no me han dicho dónde está y quién lo mató, hasta que no llegue ese punto, para nosotros va a seguir igual", dijo Inés Ragni.

Para Oscar Ragni, "la Apdh está respondiendo al poder político en este momento", en tanto consideró que para el poder político "es el estigma más grande que tiene desde el 24 de marzo de 1976; hemos asumido la representación de los 30.000 desaparecidos y desaparecidas, no están muertos, están desaparecidos y alguien tiene que dar respuesta a esto", dijo.

Recordaron que en el caso de su hijo Oscar Alfredo –secuestrado y desparecido el 23 de diciembre de 1976– "los responsables fueron enjuiciados y condenados en la primera parte de este juicio, pero la condición de desaparecido no ha tenido variantes por la condena, y no habrá cambios que respondan a la verdad con la declaración de homicidio", cuestionaron en la carta pública al tribunal leída por el Ceprodh en la audiencia. "No reclamamos cadáveres. Afirmar que calificando la desaparición como homicidio se agilizan los juicios o se obtiene una mayor condena, resulta reducir la búsqueda de la verdad, será un acto de complicidad", postularon.

miércoles, 13 de junio de 2012

"Que se mantenga viva la memoria"

Era secretario general del gremio docente en Río Negro y daba clases en la UNC.

Luis Genga fue secuestrado en Cipolletti junto con su pareja y duramente torturado.

NEUQUÉN (AN).- "Esperé mucho tiempo este momento y no estoy aquí ni por un resarcimiento económico ni por venganza, sino para que se mantenga viva la memoria. Porque estos hechos sucedieron y no tienen que suceder nunca más. Señores jueces, hagan justicia", dijo Luis Alfredo Miguel Genga para cerrar el testimonio que dio ayer en la audiencia por el juicio oral contra 22 imputados de delitos de lesa humanidad, cometidos en la última dictadura militar.

Pareció quebrarse la voz de Genga en el epílogo del contundente relato sobre su detención y las crueles torturas a que fue sometido en el centro clandestino del Batallón 181, a donde fue llevado junto a su pareja Silvia Beatriz Botinelli, la hermana de ésta María Cristina y Jorge Villafañe.

Como docente era director y daba clases en una escuela rural de Cipolletti cuando fue secuestrado, por su presunta vinculación a la subversión. Su condición de secretario general del gremio de los maestros rionegrinos fue el tema recurrente, dijo, en los interrogatorios que le hacían bajo torturas aberrantes.

"Un día me torturaban a golpes, en todo el cuerpo, y el otro lo dejaban para que me recuperara. Un día en medio la tortura vino alguien que me puso la pistola en la boca y me dijo: 'Vos mataste a mi hermano, vos tenés que morir ya'".

"Me apretaron tan fuerte la venda en los ojos, que no me sacaron a lo largo de mi secuestro –unos diez días–, que quitármela cuando me dejaron en Barda del Medio se salieron pedazos de piel", señaló.

Añadió que producto de los golpes y durísimo tratamiento que recibió durante el secuestro, cuando lo abandonaron, de noche, casi no podía caminar, que no veía y que apenas distinguía luces. En condiciones deplorables volvió a Cipolletti y se reencontró con las hermanas Botinelli.

Conmovió cuando contó que a España fue visitarlo Cristina, quien aún tenía las marcas de la tortura en su rostro: "Cristina murió el año pasado, en el exilio, en México. Estoy seguro de que hubiera querido con toda el alma estar presente hoy aquí, para pedir justicia, la que pido yo, la que pedimos todos".

Tras el relato ante los jueces en rueda de prensa dijo que "me dolieron mucho los golpes, la tortura fue terrible, pero tanto como eso me dolió el exilio, no estar en mi país, con mi gente".

Stella Maris Sosa, maestra en la escuela que trabajaba Genga, relató el violento accionar de quienes, al mando del teniente Gustavo Vitón, allanaron el edificio cuando fueron a buscarlo.

Para hoy está previsto que declare, entre otros, Francisco Tomasevich, quien vive en Suecia, donde se exilió cuando después de su secuestro en Cutral Co le permitieron salir del país.

lunes, 11 de junio de 2012

"Eran mapuches"



La sala se vio desbordada ayer de público, en tanto representantes de la Confederación Mapuche participaron ayer de las audiencias por considerar los secuestros de Pichulman y Aigo como "los desaparecidos del pueblo mapuche" durante la dictadura.

"Lo que sufrió el pueblo mapuche y la sociedad no mapuche fue un segundo genocidio que se produce en el territorio, y estamos para traer mucho newen, mucha fuerza espiritual a los testigos mapuche hoy para que tengan la fortaleza necesaria para este momento de represión y de tanta brutalidad", dijo Peti Pichuiñan, de la Confederación Mapuche.

El representantes de la Confederación Mapuche abogó por que haya para los culpables "juicio y castigo como lo que son, como genocidas".
"No creo que mis hijos estén muertos"

 "No creo que mis hijos estén muertos. Con vida se los llevaron y con vida han de volver". Feliciana Alcapán de Pichulmán tiene ahora 84 años y desde la madrugada del 12 de 1976, cuando un grupo de uniformados con los rostros cubiertos y armados irrumpió en su casa del barrio Sapere, no volvió a ver a José Francisco, cuyo caso se ventila en el juicio.

En enero del año siguiente, en J.J.Gómez fue secuestrado otro de sus hijos, Juan Raúl Pichulman, a quien tampoco volvió a ver. Este caso se ventilará en un próximo juicio. De ambos la familia no sólo que nos los vio más sino que tampoco recibió noticia alguna, de ninguna fuente. Ayer en la tarde al cerrar su testimonio agradeció al tribunal por haber escuchado su relato, porque "ahora tengo más esperanzas por mis hijos".

Conmovió a la nutrido público que había en la sala -en la mañana estuvo colmada-, cuando dijo: "Es terrible tener dos hijos desaparecidos...". Aludió a sus creencias religiosas y ese sentido dijo que "yo oro por mis hijos desaparecidos, pero también por los otros, de ellos también me hago madre". Y destacó que las prácticas religiosas la han ayudado a afrontar el drama de la pérdida de sus seres queridos.

"Me ha fortalecido, me dio consuelo y ya no yo lloro, pero sigo cada día pidiendo por ellos", remarcó. La mujer relató que durante meses peregrinó hacia la sede del Comando del Ejército, donde la recibía el ahora imputado, el mayor Luis Alberto Farías Barrera, quien le negaba que los militares tuvieran alguna responsabilidad en el secuestro de su hijo. "Yo no le tenía miedo, iba a pedir por mi hijo porque ellos se lo habían llevado, hasta que un día me dijo que mi hijo no había salido culpable", relató, pero que continuó desaparecido. También declaró Juan Alberto Manque Ñanculef, cuñado de Celestino Aigo, cuyo caso se debatió el miércoles y es otro de los desaparecidos en este tramo de casos en debate. Reiteró datos dados por otros familiares de Aigo al momento de su secuestro y ante la requisitoria del defensor Hernán Corigliano desconoció haber dado su testimonio en la instrucción, incluso desconociendo como suya la firma registrada en documento que obra en el expediente.

Conmovedor relato de ex delegado gremial que sobrevivió a torturas.

Imágenes Rubén Ríos, ex delegado gremial, declaró ante el Tribunal Oral Federal (foto Leo Petricio).

Rubén Ríos estuvo detenido 22 días, fue torturado con picana eléctrica y golpeado violentamente. Cuando recuperó la libertad, fue hostigado con amenazas anónimas, e intentó suicidase.

Rubén Ríos, ex delegado gremial del Sindicato de Luz y Fuerza de Río Negro y Neuquén, conmovió hoy a la sala en la que el Tribunal Oral Federal 1 enjuicia a 23 represores acusados de violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.

Ríos fue secuestrado en agosto de 1976 en su vivienda de General Roca, Río Negro, por un grupo de tareas de civil que lo trasladó al Centro Clandestino de Detención "La Escuelita", en el batallón militar de Neuquén. Permaneció detenido en forma clandestina 22 días, fue torturado con picana eléctrica y golpeado violentamente; recuperó la libertad y fue hostigado con amenazas anónimas durante dos años, intentó suicidase y pudo sobrevivir a toda esa odisea.

"Cuando me fueron a buscar a mi casa me golpearon con una pistola en la boca y me voltearon dos dientes", recordó al declarar en la audiencia de hoy. Intentó escaparse arrojándose del baúl del automóvil donde lo llevaban escondido, aunque de manera increíble cayó frente a la garita de la policía de Neuquén del puente carretero de acceso a la ciudad.

"En la "Escuelita" estuve 22 días. Estaba esposado a una cama de pies y manos y me torturaban con picana eléctrica con los pies dentro de un balde con agua", dijo. No pudo identificar a sus captores porque siempre lo mantuvieron vendado y el que hablaba y lo interrogaba se hacía llamar "Pedro", pero nunca supo quién era.

Mencionó que en las sesiones de tortura había un médico en el lugar que le controlaba el pulso. Ríos relató que "un día Pedro me dijo que iban a dejarme libre y así lo hicieron dejándome frente a mi casa".

"Estaba dolorido, casi no podía caminar, los ojos pegados por las vendas que tenía y el olor que tenía ni yo lo podía aguantar". Recordó que poco después comenzaron a llegar anónimos a su casa, llamadas telefónicas con citas en diferentes lugares de la zona como una forma de hostigarlo permanentemente.

"En una de las llamadas que recibí en mi trabajo me dijeron que tenía 24 horas para suicidarme o de lo contrario secuestraban a mis tres hijos", señaló. "Tenía que elegir entre mis hijos o yo y decidí pegarme un tiro en la cabeza", relató conmovido. La rápida atención que recibió de un vecino que escuchó el disparo y lo trasladó a un centro de salud donde lo operaron "le salvó la vida". La ex esposa de Ríos, Elsa Rivas describió crudamente el estado en el que se encontraba cuando fue liberado.

"Tenía mucha barba, los ojos sin cejas y pestañas, sucio, las piernas abiertas y entendí en ese momento que había estado en una situación terrible", dijo. "Mi vida cambió porque no tenía tres hijos sino cuatro, porque él pasó a ser como un hijo por lo mal que estaba".

La mujer identificó a los ex jefes militares Oscar Reinhold y Luis Alberto Farías Barrera, imputados en la causa, como las personas que le informaban acerca de la situación de su esposo.

Incluso le hicieron un certificado por escrito con firma y sello del Ejército donde constaba que Ríos había estado detenido e incomunicado por averiguación de antecedentes a disposición de la fuerza para presentar en su trabajo y evitar que lo despidieran.

"Me interrogaba con mi hija en brazos"

Nelly Curimán identificó al mayor Farías Barrera. Testimonió sobre la detención de dos desaparecidos.
Curimán dijo que los vecinos se resistían a ser reubicados.
Nelly Curimán fue detenida con ocho meses de embarazo en 1975 y para cuando salió en libertad, había ocurrido el golpe militar, ya tenía una bebé de ocho meses en brazos y su casilla de Sapere había sido destruida.

En el portón de la alcaidía, el teniente coronel Osvaldo Laurella Crippa -interventor militar de la Policía neuquina- le dijo que su detención, "fue una equivocación que éramos unas perejilas". Curimán testimonió ayer sobre la detención de Orlando Cancio y Javier Seminario -desaparecidos- en el juicio por delitos de lesa humanidad que llevan adelante los jueces Orlando Coscia, Eugenio Krom y Mariano Lozano. Laurella Crippa es el único de los 22 imputados que siguen las audiencias, en su caso desde Bahía Blanca, por videoteleconferencia.

Curimán explicó que en 1975, 11 vecinos del barrio fueron llevados a la policía Federal luego de un operativo de detención masiva en el barrio y que luego debieron ser liberados porque "no había méritos" para la detención. "A los pocos días, de a poco nos fueron recapturando a todos.

A mí me detuvo el comisario (Alejandro) Rojas, que estaba vestido de civil; yo tenía 19 años y ocho meses de embarazo y fui a dar a la celda de contraventores masculinos", dijo Curimán al tiempo que detalló que el jefe policial "era conocido como el terror de la militancia, porque integraba la brigada de informaciones y tenía mucho poder para hacer inteligencia a la militancia neuquina"; describió.

Rojas declaró el miércoles como testigo y no aportó datos a los jueces, negó tener conocimiento de detenciones en Sapere aunque estuvo en ambos operativos, le endilgó la responsabilidad de los procedimientos a los jefes policiales fallecidos y hasta desconoció sus propias declaraciones en el juicio anterior, lo que le valió un pedido de la querella del Ceprodh como testigo falso.

Curimán dijo que las detenciones en Sapere se produjeron porque los vecinos se resistían a ser reubicados, se habían organizado como asentamiento, demandaban casas y opinó que el motivo de las detenciones fue el homenaje que habían hecho el 22 de agosto a los "asesinados de Trelew", tras lo cual "hubo llamados anónimos de que algo estábamos haciendo". Se reconoció como "adherente" al PRT -Partido Revolucionario de los Trabajadores- y explicó que luego de tener a su hija durante la detención en U9, "vino el mayor Farías Barrera dos o tres días después del golpe, porque dijo que quería conocer a las presas políticas.

Agarró a mi hija en brazos y me preguntaba dónde estaba mi compañero de entonces, yo lo sentí como una amenaza, me hostigaba para que dijera dónde estaba el fugado del padre; no nos informaron que a Cancio y a Seminario no los íbamos a volver a ver", dijo.
Fuente:RioNegro.com.ar

sábado, 9 de junio de 2012

Testimonios de Daniel Zapata y Rita Cantero

Ex conscripto dijo que limpió La Escuelita
Daniel Zapata declaró que al predio sólo accedían suboficiales designados para la guardia.
Neuquén-Durante la tarde de ayer el ex conscripto Daniel Zapata aseguró que participó de la limpieza del centro clandestino de detención "La Escuelita" en los fondos del Batallón 181 de Ingenieros de Construcciones donde visualizó “manchas de sangre”.

Zapata realizó el servicio militar obligatorio entre 1978 y 1979, perteneció a la Compañía C del Batallón y trabajaba en el parque automotor.

El testigo relató que “siempre hubo dudas sobre dónde mandaban a los suboficiales a hacer guardia”. Explicó que cuando indicaban los puestos de guardia además de los que estaban alrededor del Batallón identificados con números, mencionaban una sigla para los suboficiales. “Me daba entender que se dirigían a ese lugar ubicado en los fondos donde no se podía pasar”, aclaró.

Consultado por el presidente del Tribunal, Orlando Coscia, Zapata no pudo recordar la sigla que mencionaban para indicar ese puesto de guardia. Aunque Coscia preguntó si podía ser LRD, el testigo no logró confirmarlo. Aseguró que antes de finalizar con el servicio militar tuvo la oportunidad de ingresar a La Escuelita. Dijo que tuvo que entrar por el techo y que había una escalera para bajar.

Recordó además que afuera había una especie de fogón donde también se hacían guardias.

Dentro de esta construcción el ex conscripto recordó ver fardos de pasto y “manchas de sangre”. También llamaron su atención unos ganchos que colgaban del techo, “parecidos a los de las carnicerías”.

Zapata identificó a los imputados en esta causa Gustavo Viton, como teniente a cargo de la Compañía en la que era soldado, y Jorge Gaetani como subteniente.

Señaló que esa compañía viajó a Chile y que incluso antes del Conflicto del Beagle con ese país a fines de 1978 "nos llevaron a Allen para buscar chilenos indocumentados. A la fuerza se entraba a las casas y se veía si tenían documentos y decían que los iban a extraditar”, relató.

"Nos decían que estaba libre, pero nunca llegó"
Rita Cantero, esposa de Javier Seminario, militante del barrio Sapere detenido en agosto de 1975, aseguró que Luis Alberto Farías Barrera, imputado en la causa, estaba al tanto de su desaparición.
La víctima estuvo detenida en la Comisaría Primera y posteriormente en la U9. "Tenía miedo de que lo mataran", aseguró la mujer.
Con la declaración de las testigos Rita Graciela Cantero, pareja de Javier Seminario Ramos -detenido en agosto de 1975 en el barrio Sapere y desde entonces se encuentra desaparecido-, y de Lucía Jara, madre de Cantero, se reanudaron ayer las audiencias en el juicio por delitos de lesa humanidad contra 23 represores de la región. Jara, de 83 años, vivía con su hija y Seminario en la vivienda del barrio de Sapere donde el 20 de agosto de 1975 fue detenido.

La mujer declaró que ese día efectivos de la Policía Federal, de la provincia y del Ejército entraron a su casa y "después de revolver todo nos llevaron detenidos a mí, a Seminario y a (Rita) Graciela", a la Delegación de la Policía Federal.

Recordó que el barrio estaba "copado" por las fuerzas represivas y también detuvieron a varios jóvenes y mujeres, pero " a mí y a mi hija nos dejaron en libertad ese mismo día".

Aseguró que unos días después, el 24 de agosto, fue “levantada" por un patrullero policial en cercanías del puente carretero que une las ciudades de Neuquén con Cipolletti, cuando se dirigía a su trabajo y que entre los uniformados identificó a un efectivo de apellido Rossi.

La mujer dijo que esa noche fue detenido Seminario y que escuchó sus gritos cuando era golpeado en la Comisaría Primera. Aclaró que estuvo nueve meses en prisión hasta que el 10 de mayo de 1976 fue liberada.

Afirmó que a partir de recuperar la libertad siguió visitando a Seminario en la U9 donde lo vio muy desmejorado. "La última vez que lo vi tenía mucho miedo", contó.

Rita Cantero contó que Seminario, nacido en Perú, estudiaba la carrera de Ingeniería en la Universidad del Comahue y que en el barrio luchaba por reivindicaciones para la comunidad.

En otro momento de su declaración, relató que en la segunda detención ella estaba trabajando, "era de noche, se lo llevaron semidesnudo porque estaba durmiendo". Recordó que estuvo detenido en la Comisaría Primera y después fue trasladado a la U9, "y a partir de entonces perdimos todo contacto, hasta que nos enteramos que estaba alojado en el penal de General Roca".

Recordó que en la U9 "estaba muy mal, triste, y tenía miedo de que lo mataran". "También me dijo que lo habían picaneado", agregó.

Encuentros con Farías Barrera
La mujer dijo que varias veces fue al Comando de la Sexta Brigada de Neuquén donde era atendida por el mayor Luis Alberto Farías Barrera -imputado en esta causa-, quien le comunicó que Seminario estaba en la U6 de Rawson y a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.

Aseguró que Farías Barrera le mostró un papel donde decía que Seminario había sido liberado y reconoció que el documento fue firmado por su pareja. "Ellos decían que estaba libre, pero no llegaba", expresó Cantero.

Por último, manifestó que "siempre procuramos dar con su paradero e hicimos presentaciones en la Embajada de Perú y ante la Comisión de Derechos Humanos y al Ministerio del Interior".
FuentedeOrigen:http://www.lmneuquen.com.ar
Fuente:Agndh

miércoles, 6 de junio de 2012

"La escuelita" II "A algunos se los llevaron por estar mirando"

La resistencia a ser trasladados del asentamiento ubicado en el acceso a Neuquén fue la antesala a las desapariciones en 1976, explicaron los familiares de Javier Seminario Ramos.
 
La resistencia de los vecinos del barrio Sapere a ser reubicados en el otro extremo de la capital fue la antesala a las desapariciones de la militancia barrial después del golpe militar de 1976, revelaron ayer en el juicio los familiares del desaparecido Javier Seminario Ramos.

"A algunos se los llevaron por estar mirando y a otros porque los tenían marcados", explicó Lucía Jara de Cantero, suegra de Javier Seminario Ramos, al detallar los allanamientos y secuestros en 1975, cuando se llevaron, entre otros, a Javier Seminario, uno de los seis desaparecidos por los que se realiza este juicio.

El 24 de marzo de 1976, Seminario seguía en la cárcel por los hechos de Sapere.

Su mujer, Graciela Cantero, que lo veía a diario en la exalcaidía, lo pudo visitar en la U9 dos veces por semana luego del golpe. En agosto lo vio por última vez. Extremadamente flaco, triste y con signos de haber sido torturado. En noviembre fue retirado por el mayor Luis Alberto Farías Barrera de la cárcel de Rawson, adonde había sido trasladado en septiembre. Nunca más se supo de Javier Seminario.

"Lo fuimos a visitar y nos dijeron que no estaba, perdimos contacto con él y nos enteramos de que estaba en (la cárcel de) Roca, allí nos dijeron que no lo podíamos ver, que lo habían trasladado a Neuquén. Volvimos a la U9 donde nos dijeron que ya no lo tenían, que fuéramos al Comando y allá el mayor Farías nos dijo que estaba en Rawson y no supe más", describió Graciela Cantero.

Su madre, Lucía Jara de Cantero (que vivía con la pareja) detalló que en 1975 hubo dos operativos en los que actuó la Policía de la provincia, con la Federal y el Ejército. Aseguró que los operativos fueron realizados porque los habitantes del barrio se resistían a ser reubicados, ya que el gobierno de Felipe Sapag "no quería una villa en la entrada de Neuquén, querían un barrio residencial y poner un casino. Después de ir a la Gobernación nos prometieron los terrenos y cuando conseguimos las casas, quisieron poner a otros vecinos", detalló.

En el primer operativo "se llevaron a Graciela, a Seminario y a mí; nos llevaron a la Federal, pero como no había nada legal, el abogado fue y nos sacaron al mediodía. Ese día el único que no volvió fue Cancio (por Orlando Cancio, otro de los desaparecidos de Sapere). El segundo (operativo) fue por la noche al otro día. Íbamos al trabajo -hasta el correo- , nos levantó la policía cerca del puente y nos llevaron a la comisaría; me preguntaron por Seminario y les dije que estaba en la casa, de allí se lo llevaron", dijo Lucia.

Lucía Jara explicó que estuvo 9 meses en la cárcel junto con las vecinas Nelly Curimán y Josefina Cortés. "Sentía cómo le pegaban (a Seminario) en el pasillo de la comisaría. Yo no lo vi hasta el 10 de mayo (de 1976), lo fui a ver una vez; pero como yo había tenido PEN (a disposición del Poder Ejecutivo Nacional), no me permitieron verlo más. En noviembre salió en el diario que le habían dado la libertad a Seminario, Cancio, (José Francisco) Pichulmán y (José Delineo) Méndez; los esperamos, pero no llegaron más", describió.

Detalló que por Seminario "hice presentaciones en la OEA, en la embajada de Perú -Seminario era peruano- cuando no lo localizábamos. Graciela iba siempre al Comando, pero nunca le dieron una buena noticia".

Explicó que los allanamientos de Sapere se produjeron "porque nos querían desalojar, todos nos hicimos fuertes para no salir del lugar que teníamos".

También declaró el ex soldado Daniel Guillermo Zapata, quien testificó sobre la existencia de "La Escuelita", en el fondo del Batallón 181.

 La querella del Ceprodh pidió que se investigue el falso testimonio del comisario retirado de la policía de la provincia, Alejandro Rojas. Al término de su declaración, una mujer fue retirada de la audiencia cuando increpaba al testigo.

Rojas ya era comisario cuando participó en Sapere "de apoyo para gente de civil" -que dijo no saber siquiera a quiénes respondían- en los operativos que se llevaron a cabo en el barrio en 1975; pero fue notorio que no quiso validar ni sus propias declaraciones que había hecho ante la justicia en 1985, ni en el juzgado del ex juez federal Guillermo Labate en 2008, ni siquiera respaldó sus dichos en el anterior juicio, en el que también había sido convocado como testigo. "No dije que hubiera detenciones en Sapere", insistió. No se quiso acordar de que había dicho antes que la detención del vecino José Francisco Pichulmán -luego desaparecido- "había sido una cama", ni que le habían retirado material de la casa de Javier Seminario Ramos como "la Estrella Roja". "Me habré equivocado, no recuerdo, pido disculpas", fueron las frases recurrentes.

El pedido de la querella fue respaldado por la fiscalía.
Al término de su declaración, una mujer fue retirada de entre el público y se le retiró la acreditación, debido a que lo increpó como "asesino", "cómplice" y le enrostró a viva voz el cántico de los hijos de desaparecidos "a donde vayan, los iremos a buscar".

Graciela Cantero detalló que cuando visitó a su pareja Javier Seminario Ramos en la U9, "estaba triste y muy mal porque lo golpeaban, me dijo que tenía miedo porque lo iban a matar".

La mujer, que sigue viviendo en la misma casa que entonces, detalló que Seminario no quería hablar de sus padecimientos, aunque le relató que "le decían que dijera cosas que él no era, me dijo que lo habían picaneado también. Se sentía muy mal porque lo golpeaban".

La última vez que lo vio fue en la cárcel "a fines de julio o principios de agosto" de 1976. En diciembre de 1976, cuando lo buscaba sin tener otras novedades más que había sido trasladado a los penales de Roca y a Rawson; el mayor Farías Barrera, desde el Comando, "me dijo que a él lo habían dejado libre y me mostró un papel que tenía su firma. Fui muchas veces más a verlo porque no llegaba y una vez me metieron en un salón gigante donde me tuvieron toda una tarde y (Oscar) Reinhold (del destacamento de Inteligencia) se paraba al lado mío, me miraba; se ponía la mano en la cintura y me miraba, tenía miedo por estar ahí sola, pensé que también me iban a secuestrar o matar, pero no me dijeron nada hasta que me fui", recordó.